5/26/2017

Cinco poemas de Eduardo Padilla.






The Incredible Shrinking Man

A mi primera esposa le dije que me fascinaban los desiertos aunque me horrorizara vivir
en ellos,
que un estacionamiento para cinco mil autos es un paradigma de belleza sólo antes
de ser abierto al público,
y que mi hobby era coleccionar crucigramas pero no llenarlos; plastificarlos, sí, pero dejarlos siempre en blanco.

A mi segunda esposa le dije que el silencio es el regalo perfecto—
universal, maleable a toda ocasión, y más noble que la mejor madera.

A mi tercera esposa le dije, cierra ya la boca.

El tiempo todo destruye, el tiempo todo lo abrevia.







No dejes que la repetición te afecte, Naranath Bhranthan

He observado que las cosas nunca terminan de acabarse. Será que el fin del mundo comienza cuando el mundo inicia, pero llegando a la meta recuerda que dejó las llaves pegadas en alguna puerta y ahora tendrá que volver a buscarlas y dar otra larga vuelta sobre su eje.
Recuerdo mi infancia en los suburbios. Una vez llovió tanto que el mar se desbordó en nuestra calle. Había que dejar que los escualos pasaran primero, en las esquinas. Luego, por las noches, los oía hurgando en nuestros botes de basura. A mí me parecía que ese tenía que ser el fin del mundo. Mi padre me escuchó decirlo, y me respondió más o menos de esta forma: “Espera, tranquilo. No es nada. ¿Te crees que esto va mal? Las cosas siempre pueden empeorar un poco. Las cosas son indestructibles. ¿Sabes por qué lo digo? Porque siempre pueden empeorar. Luego tal vez mejoren, y luego, de nuevo, invariablemente, vuelven a empeorar. Las cosas nunca llegan a nada— Tú tampoco llegarás a nada. No pongas esa cara, yo tampoco llegué nunca a nada. Pero no importa. No me arrepiento de haber embarazado a tu madre.”

Y afuera los escualos, rasgando la basura.

Echo de menos los suburbios de mi infancia.








Delta

El domingo bajamos hasta el delta
con la idea de asistir a un matrimonio arreglado
entre dos antípodas.
Compraríamos víveres,
venderíamos pieles,
pasearíamos por la plaza a la hora desierta
y ajustaríamos el reloj de mi padre
con el reloj de la iglesia.

En algún punto del río llegamos a un remanso.
Un pato azulón nadaba junto al bote
con la magia particular a los patos,
esa forma de andar fácil sobre el agua.
“Que pato tan guapo”, decía Sarah, mi hija,
mientras yo miraba absorto la estela
y asentía mansamente.
Años después Sarah me escribe para contarme
del fenómeno de la necrofilia homosexual
en el Anas Platyrhynchos.
“Uno de cada diez patos azulones es marica, y una lo entiende,
pues si te fijas, las hembras del ánade real son aburridas e insípidas,
su color es marrón, sin ese collarín blanco tan dandy que tienen los machos,
sin esa cabeza azul de ensueño. Leí también
que el pato azulón a veces coge por la fuerza, que de hecho
la violación es común y frecuente,
y que muchos de los estupros se dan en el aire
(me voy a hacer un tatuaje que diga
The canard may give a flying fuck, but I don’t).
En Holanda un hombre de ciencia
estaba ocupado escribiendo un ensayo
cuando dos patos azulones chocaron contra su ventana.
Los dos eran machos.
Al salir a observarlos el hombre dedujo que uno de los patos buscaba amor
al momento del choque,
mientras que el otro le huía;
ahora, uno de ellos estaba muerto
mientras que el otro le picoteaba la cabeza.
Al comprobar que el muerto estaba inmóvil y pasivo,
como los muertos bien suelen estarlo,
el pato activo montó el cadáver con gran energía,
soltando graznidos a metralla,
y desplegó su plumaje con pompa solar
como si estuviese posando para una insignia
o para la contracara de una moneda.”

El pato azulón nos acompañó hasta que el río dio un nuevo giro,
y las aguas retomaron su vivo pulso.
Sarah y yo bromeamos sobre la cola metronómica del pato
y observamos su estela disolverse en la nebulosidad del bosque.

A media tarde llegamos a las orillas del pueblo,
donde el violeta de las flores
y el rojo de los ladrillos
anunciaban la mundana muerte y resurrección
de todas las cosas.













Caribdis antes de la calvicie

1.¿Quién?
a) Naturalmente, el leñador.
b) El leñador, muy a pesar de sí mismo.
c) El leñador, bajo coerción de la esposa latente en su costilla.
d) Rincón Agnóstico: ninguna de las anteriores.

2.¿Qué?
a) La inauguración del bosque.
b) El acto de besar la lona.
c) La caída en los precios de la carne.
d) Rincón agnóstico.

3.¿Cómo?
a) Por mediación de la aorta.
b) Magia Negra/ Hacha Ociosa/ Primera Fisión Atómica.
c) La Gallina de los Huevos de Oro se lo buscó, la muy puta.
d) Ninguna de las anteriores.

4. ¿Cuándo?
a) Antes o después de gritar fuera abajo.
b) Fuera abajo entendido como t = (cero).
c) No había nadie en el bosque para escucharlo caer (pero sí
para reportar que no había nadie en el bosque).
d) Zenón de Elea dispara una flecha a través del cielo;
la flecha (al igual que el balón de rugby
en la alameda de Rousseau) simplemente
no se mueve.

5. ¿Dónde?
a) En todas, en ninguna parte.
b) Entre la alfombra roja de Escila y el remolino en la nuca de su progenie.
c) No veíamos el bosque de tanto árbol, así que tuvimos que talarlo todo.
d) (este espacio) Se Renta.









Mi Obituario

Aquí yace Eduardo Padilla mientras los gusanos
barren su proscenio
o desmontan sus espectaculares
o vierten manteca sobre sus crucigramas,
purificándolo de toda ficción.

El señor Padilla fue poco más que un animal
y poco menos que un hombre,
así pues, una persona afligida por el mal que los estudiosos llaman
consciencia.

A pesar de sí mismo y sin saber lo que hacía, Eduardo

caminó como pato
nadó como piedra
cayó como géiser
corrió como ancla
y esperó como dique.

En su harta insolencia tuvo hartos ratos libres, en los que

pensó como sauce
lloró como sauce
bebió como sauce
jugó al futbol como sauce
; al darse cuenta de que esto no funcionaba

jugó al idiota como quien siente el llamado de la profesión desde temprana edad.

Si es verdad que Lalo
hablaba como Loki
(cuando nadie lo escuchaba)
también lo es que
bailaba como pelea de gallos
(cuando nadie lo veía)
y que desde mucho antes de escribir esto él ya
dormía como río
aunque sólo con el tiempo fue que aprendió a
cantar como urraca.

En resumen, aquí yace un individuo que
vivió como cordero
rió como hiena
escribió como gato
cogió como pudo y
murió como perro.

“Que Dios lo recoja y le dé una última oportunidad como barrendero en los urinales

y pasillos del cinema porno que irradia amor ultravioleta desde la cúpula del Cielo.”






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